martes, 9 de noviembre de 2010

De Sauce al 300


Me encontraba en el pequeño pueblo de Sauce. A poco kilómetros de Montevideo, un pequeño pueblito de gente amable vive su día de intensidad. Es sábado, son las 11:00 de la mañana y la gente de Sauce copa las calles. Hacen casi 20 grados, estoy desabrigado, la noche anterior un taxista me dijo que mañana -este día- van a haber 26º. El montevideanito estaba de chancletas y remera haciéndose el lindo, craso error. Acompaño a mi novia y a su madre a la feria de Sauce, la cual tenía el largo de una cuadra; allí podría encontrar desde botas retro hasta chicles vendidos por unidad, desde todo punto de vista, un sitio muy folklórico. En una de nuestras paradas por los puestos, nos detuvimos a comprar bocaditos para el copetín. Nunca en mi vida me habían dado palichips, papitas y maníes en una bolsa de nylon transparente. En ese instante me dije, "pibe te falta interior", de hecho no es ninguna conclusión brillante; pero en ese instante una sensación auditiva me volvió a uno de mis habitats naturales cada vez que tomo un bondi para ir al destino que quiera. Un chico de Sauce, o saucense, de unos 13 años tenía un celular de los lindos y a todo volumen se sentían las cumbiolas más bailadas acá... "Mujer yo te amo"... "La noche está para un finito..." Era la banda sonora de mis viajes en el 300, pero no, cada vez que miraba estaba en una feria de pueblo del interior.