jueves, 17 de noviembre de 2011

La casa Epsilon

Comenzaba la primavera de 1903, 5 jóvenes montevideanos, emprendían un mítico viaje a las costas del Este del novel país. Ernestina, hacía un par de semanas que había encontrado en el sótano de su casa, un mapa de su tío abuelo con una carta de un tal Epsilon, que lo invitaba a conocer la mejor playa de la Banda Oriental, la playa del Diablo. Con el permiso de sus padres, Ernestina y Liria -hermanas- emprendieron el viaje junto a Mario, Enrique y Ramón -amigos de la familia. Salieron a caballo por la playa Pocitos en dirección al Este. Tras 8 intensos días de cabalgatas, ayudándose por una brújula, llegaron a playa. Quedaron asombrados frente a la belleza y a la magnificencia de la playa del Diablo. Ramón, el más joven del grupo llamó la atención de todos, diciendo que veía un señor sentado mirando el mar a un par de Kilómetros. Se acercaron, y vieron a un sujeto sentado a las orillas del mar, contemplando la belleza del lugar. Era un veterano, con aspecto de milenario, casi un hippie, algo completamente nuevo para la gente del 1903… A los gritos de Ernestina "Señor!, ¿qué hace en esta playa?", el veterano giró y los miró. Se presentó, les dijo que se llamaba Epsilon, que estaba viviendo allí desde el comienzo de los tiempos. Anonadados, pensaron que se trataba de algún brasileño, que había llegado a las costas uruguayas escapando de su pasado, pero Ernestina había leído la carta de su tío abuelo, que estaba firmada casualmente por un señor con un nombre igual y poco común, Epsilon.
El veterano se paró y le enseñó los secretos del lugar. Donde se veía mejor la bahía, cuál era la zona apta para los baños, entre otros. Al atardecer, los jóvenes estaban por tender sus carpas, pero Epsilon, en un gesto de amabilidad y acotando que "Los visitantes no son comunes por estos lares", los invitó a su rancho a comer un asado, básicamente a pasar la noche. Comieron, tomaron y en ningún momento se preguntaron de dónde había sacado la carne y el vino el veterano Epsilon, era extraño todo eso en un lugar tan desolado como ese. La brisa del mar, el cansancio del sol, sumado al fervor del alcohol durmió a los visitantes… Al levantarse al otro día, encontraron una carta firmada por Epsilon que decía: "Amigos, de ahora en más son los dueños del Diablo, disfrutenlo y cuidenlo, ha llegado mi hora". No lo vieron nunca más, no dejó ni un rastro. Algunos se preguntaron si era un espíritu. Dicen que así fue como los primeros montevideanos llegaron a las aguas de Punta del Diablo, se enamoraron del lugar. La casa Epsilon, a orillas de la actual playa La Viuda es el único memorial de Epsilon, el primer y mítico habitante del Diablo.