viernes, 12 de marzo de 2010

La poderosa


No era un auto ostentoso. Hace meses que me vengo acordando de ella, y bueno le debía un post. La poderosa era una doble cabina Dacia, que tenía una caja tapada de toldos negros. Fue nuestro transporte a la lujuria, a la gloria, a tardes increíbles con Crandon U. y a noches fatales en diversos antros bailables que concurríamos en forma de habitues. La poderosa era gris, con asientos chicos, que cuando eramos 5 nos dejaba apretadísimos. La butaca o sillón del conductor -y qué conductor (uno de nuestros más grandes maestros)- si apretabas mucho con las rodillas desde atrás, tenía un fierro cortante como para no molestar al maestro Negro. La radio era una cosa increíble, tenía personalidad propia, no sólo cambiaba de emisora cuando le pintaba, sino que también pasaba los mejores hits del momento: Chocolate, Los fatales, Amar Azul, Chili; ya fuese que viajáramos a noches bolicheras o canchas de fútbol. La poderosa no pasaba los 60 km por hora, era el auto gris más lento de todo Montevideo, pero fue el auto gris que marcó una etapa de la vida de nuestro grupo de amigos. Lamentablemente, como pasa a menudo, los amigos de lo ajeno se llevaron La poderosa, raro, ya que era un auto destartalado y no muy estético, pero tal vez los chorros conocían su mística.