miércoles, 25 de julio de 2012

Tem fin


Había una vez un niño. Por suerte era solo uno. Se rodeaba en un círculo de personas que todas le decían que era el más bonito de la clase, el mejor y el más inteligente. El niño, como si fuese un excéntrico modelo, se mareó con la fama que dió su cerrado entorno. No supo qué hacer con tanta cosa, lo pasó el agua.. Lo desbordó, lo mareó y otras veces lo ahogo. Pero el niño salió adelante, por el ímpetu y ego interior que tenía. Conoció una niña muy parecida a él. La más linda de clase, con un pelazo digno de una publicidad de Sedal Duo. Pero era tanto él para ella, que ella quedó disminuida ante su omnipresencia, su capacidad, todas las cosas que implicaban la inmensidad de su ser. Los niños crecieron, si se puede decir eso, y comenzaron una vida plagada de éxitos. Una bella casa en sobre el río los esperaba cada día después de trabajar, de ser los CEO Worldwide Ownership of Financial Macroeconmic Enterprise. Especializaciones en Harvard, Yale, Stamford, Oxford, incluso en la desconocidad Howarts, clases y aplausos. Mareo. Más y solamente, más mareo. Clases que a veces eran tan difusas, tan zarazeantes que la gente aplaudía para que simplemente terminen. ¿Eran tan buenos?, o ¿eran un producto de su entorno? Pensaban que eran excelentes. Que mandaban porque tenían la única verdad y que la gente, sólo podía y tenía que hacerles caso. Que eran como mascotas. Dar lecciones de vida a adultos, era su actividad favorita cuando no estaban generando millones para su Enterprise.
Pero cuando volvían al caserón en el río se sentían desbordados el vacío, no tenían con quién expresar sus aires de grandeza. Sólo tenían el ego de uno y contra el ego del otro. Como dicen en las cálidas tierras cariocas, "Tristeza nao tem fim".

jueves, 12 de julio de 2012

La vida y la ficción

Mellizos

Tengo una hermana melliza. El 4 de octubre de 1983, nacimos los dos pero yo salí 1 minuto antes, esa fue la única vez en la vida en la que me le adelanté, después casi siempre estuvo un paso delante mío.
A los 3 meses de nacidos, mi hermana dormía sola en nuestro cuarto, yo -el más grande- dormía en medio de mis padres, dicen que casi hasta al año. La mamadera la deje 2 años después que ella, y todavía me acuerdo, fue una mañana de verano desayunando cuando papá me dijo "no va más".
En el colegio yo nunca pasé del Muy Bueno, mi hermana era la chica Sote y abanderada de los Treinta y Tres. Igual, siempre fuimos muy unidos y nunca hubo una competencia feroz, era así, ella efectiva, tenaz y estudiosa y yo más pachorro y sensiblero. A los 19 años, mi hermana empezó a trabajar, yo -obvio- arranqué a los 21, me tomé 2 años para "estudiar", salir, matear y "ramblear", vivíamos en frente al mar en el Panamericano. Ramblear era un vicio entre septiembre y mayo. Como siempre estuvo un paso adelante, a los 22 se fue a vivir a Colombia, recibida y con trabajo. Fue ahí cuando mi tío nos empezó a llamar la ejecutiva y el bohemio. Y así llegó el día en que la ejecutiva se hizo grande de verdad, a los 24 años le tocó irse a trabajar a Canadá. La distancia era grande, no nos íbamos a ver tan seguido y capaz que la Navidad la festejaríamos por skype y no en el balcón de casa. Dos días antes de irse, mi hermana me hace un regalo. Yo no había cobrado y había gastado buena parte de mi sueldo en una fiesta de cumpleaños. Entonces me dediqué a pensar qué le podía regalar. Frente a casa, en la esquina de L.A. de Herrera y la Rambla, pasamos nuestros mejores años de niñez y adolescencia. La abuela Marta nos llevaba a jugar, a correr y a sentir ese aire tan peculiar. Más grandes vinieron las tardes solos, con amigos, las previas y las charlas largas. Fue así que le saque la mejor foto que pude ese pedacito de Rambla, abrí el photoshop, y lo enmarqué en una ventana ficticia. La imprimí casi a tamaño real y le escribí una cartita que decía que cuando se sienta sola, o extrañe, mire por esa ventana, que seguro va reconocerse y saber de dónde viene.