sábado, 2 de octubre de 2010

Brutilda

Busco en mi cabeza el primer recuerdo que tengo de vos. Es borroso y no estoy seguro de que seas esa persona. Morocha, más bien petisa y rellenita; con una taza de café (infaltable) y lavando el instrumental. Yo, volvía del club, pasaba a saludar a mis abuelos, y los 4 tomábamos un Vascolet con galletas Soler.

El otro recuerdo que tengo, es de una casona en 8 de octubre, donde mamá y papá nos dejaban cada vez que tenían una fiesta. Me acuerdo de las potreadas. Pobre Tana, bancaste en el lomo el peso de 2 mocosos que fantaseaban con ser Jinetes y estar frente a las masas de la Rural del Prado. El resto de los recuerdos que tengo son más recientes, más jugosos. Me acuerdo de ser un preadolescente y enojarme constantemente con vos por llamarme "Patrón". Qué malhumor me agarraba. Me acuerdo de vos hablando con las plantas, hablando con un pollo, quejándote de las medias blancas y el fútbol, diciendole al estractor: "callese que me tiene cansada" y del infatable canto gregoriano:

"Señor, me has mirado a los ojos..."

Sin lugar a dudas me acuerdo mucho más del día que te quebraste. Por ¿bruta?, o por mala suerte te llevaste puesto un trapo en el piso y volaste. Quebrada, yo era un novel frustrado estudiante de medicina y tuve que hacer asistencia básica. Me acuerdo de las aspiradoras, un capítulo aparte en tu vida acompañándonos en esta casa, de ahí vino ese sobrenombre tan: Brutilda; hubo una en particular que hiciste pelota en menos de 1 año. Son muchos recuerdos, muchos años juntos, creciendo, peleándonos, charlando, tomando café por las tardes.

Hoy te vas a tomar ese merecido descanso, a disfrutar del jubilo, ese es el sentido extremo de la jubilación: hacer las cosas que te gustan con todo el tiempo del mundo a disposición. Sólo te pido 1 favor, no agarres de hobbie clases de canto gregoriano, creo que a lo único que no te voy a poder acompañar.

Acá dejás una casa con los niños crecidos, con los patrones viejos, pero una casa en la que podés venir, entrar, volver y ser esa pieza indispensable para nuestro funcionamiento, o cambiar y ser esa abuela que de sangre no te tocó ser, pero de corazón para todos los que vivimos acá sos.