Me crié con abuelo distante. Un tipo recio, que laburaba todo el día y era de poquísimas palabras. Todo esto fue en mis primeros 12 años de vida. Ahí se produjo el primer click de todos. El tipo que toda mi vida me había criticado por no saber pegarle con las 2 piernas cuando jugaba al fútbol, me aplaudía cuando en un contragolpe le hice un gol a Cerrito jugando con la casaca de Bella de Vista. Parece joda, pero soy zurdo y ese día definí de derecha, suave, contra un palo y me quedé esperando que la pelota entrara mansita a la red. Era la primera vez que mi abuelo me aplaudía. Sin lugar a dudas fantástico.
A los 14 empecé a conocer a otro abuelo. Ya era más grande yo y él, jubilado. Compartimos un montón de veranos en el que él ofició de moldeador de vida para mi y algunos amigos que supieron escuchar esa humilde sabiduría. Jugábamos todas las tardes al truco, hablabamos mano a mano por las noches antes de que yo saliera con la muchachada, ante la atenta mirada de mi abuela, que cocinaba y limpiaba (actividades que al día de hoy siguen siendo el motor de su vida). Ya con 18 años, me creía todo un hombre. Y este abuelo que aparentemente se había vuelto más bueno me dio una lección de vida importante. Por ahí ambos no nos supimos interpretar; yo dejaba facultad de medicina contra un mar de dudas por delante... Mario me dijo: "No podés echarte para atrás en cada caída". No lo supe entender, me enojé muchísimo con él, era un pendejo irascible.
Ya no pasaba todo el verano con él, ya no jugábamos tanto al truco, él no entendía mucho de mi laburo, qué hacía el primogénito nieto trabajando en agencias de publicidad. Como pasa siempre, la edad no viene sola... No me olvido más, un sábado al mediodía nos avisan que mi abuelo se había descompensado en un Disco. Volé en el auto hasta llegar a verlo, estaba bien pero ido, muy ido, no era el Mario que yo conocía. Pero como dicen por ahí, mirar el otro lado de la luna no hace mal. De ese evento en adelante, como si él supiese que la vida no es para siempre hizo un cambio más radical. Es el abuelo más amoroso del mundo, tendrías que verlo abrazando a sus nietas, poniéndose orgulloso de cada 1 de sus nietos y sobretodo dejando esa parquedad que la marcó tantos años de su vida; ahora ríe a carcajadas cuando la situación la amerita, se emociona hasta el llanto cuando vale la pena y disfruta sus días al lado de nosotros al máximo.
Como le digo cada vez que lo veo, el Mario es un prócer.
Mario un groso. Tengo la suerte de conocerlo, mucha sabiduria futbolistica en cada rodilla. La cuota justa de sequedad para cada comentario. Capo
ResponderEliminarSabiduría mucho más que futbolística.. De verdad
ResponderEliminarNo puede haber otra palabra que PROCER para este abuelo y PROCER el tigre del nieto también. Da orgullo Chueco. Muchas gracias amigo. Gastón.
ResponderEliminarPor el procer: de pie!
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