jueves, 29 de enero de 2009

Residual





Me dio risa, lástima. No sabía qué hacer, miraba la cara de ellos, los hinchas, que se sienten identificados con el cuadro, 4 a 0 que podría haber sido 6 o 7. Una hermosa forma de demostrar que estamos en medio de un fútbol residual. Sí, como estimo la muerte de la radio AM después de que toda la generación de los 70 muera, el fútbol uruguayo vive un momento similar. Obvio que le esperan algún que otro año más. Igualmente nuestro fútbol sufre lo mismo.Vivimos de ilusiones. Cada 5 o 6 años sale una generación decente, de jóvenes con futuro, pero qué pasa... Un montón de idiotas, en vez de ayudar a los chicos les inflan el pecho. El resultado... Carlos Bueno, sólo para tomarlo como un arquetipo de promesa estrellada. Cuando hablo de idiotas no hablo de dirigentes e hinchas no más, también entran algunos colegas: los periodistas deportivos.
Si a este combo le sumamos a Julio Ríos, las canchas vacías, a los imbéciles de los barras justiciandose enrte ellos, vemos un fútbol devaluado que ya nadie con un poco de cordura le gusta ir a ver. No me hablen de Nacional, Defensor, River y Danubio, que a duras penas pasan la primera rueda de cualquier Copa internacional, y después con semejante contexto, ¿qué pasa?, los pasa el agua. Ojalá me equivoque, a mi también me gusta el fútbol, y estaría notable que me den alegrías.

martes, 27 de enero de 2009

Me hago la américa, ¿y qué?



Calle Pedernales. A pocas cuadras de Bulevar Artigas. Fui con mi tío a firmar unos papeles. La tarea que fui a hacer no tiene mucha importancia. Lo que sí importa es que necesitaba una fotocopia de mi cédula de identidad. Nos bajamos del auto, y fuimos a un Kiosco que se ubica estratégicamente a metros del lugar donde firmaría los papeles. Había cola. Unas cinco personas, mi tío y yo. La mujer que atendía tenía aspecto de arruinada por el calor. Un señor que estaba delante nuestro pregunta cuánto costaban sus nueve copias. La mujer, ya con cara de traste le tira: “ 18 pesos”.
El tipo quedó atónito. Dos pesos por copia: un robo (sería un gran grafitti para escrachar el negocio). La susodicha contaba las hojas, y golpeaba la fotocopiadora mientras las pasaba. El señor se fue sin reclamar los 2 pesos de cambio.
Y ahí arrancó el rosario al pobre tipo (con muchos futuros clientes frente de ella) :
“Viejo de mierda. Se queja por el precio. No me preocupo por más nada y salgo a vender drogas. Me compro una 4x4 y que se mueran drogados todos los pendejos”. Mientras seguía fotocopiando a un chico, que estaba delante mio. Me tocó a mi, le sonreí y le pagué. No le dije nada. Me atendió con singular simpatía.
Esto sí es querer hacerse la américa. Una lástima. Me dio vergüenza estar en la situación, y ser esa mujer.

martes, 20 de enero de 2009

Un lugar

Pasaron años para darme cuenta cuál era el valor agregado que tenía ir a ese lugar... A la vista siempre estuvo el más evidente: a no ser por estar con mis amigos, poca gente me podía conocer, por lo cual era un lugar ideal para hacer cualquier cosa. Este atributo lo vi la primera vez que fui, tenía 18 años, más no me podía pedir. Corrieron veranos, le empecé a encontrar la vuelta al lugar, no era solamente un lugar de desbunde. Pasó algo fantástico, no sabía qué hora era, apagaba el celular y si explotaba el mundo me iba enterar sentado en la playa de un lugar paradisíaco.
Me tocó irme, lo dejé una temporada. Desde la otra punta de mundo valoricé algunas rasgos típicos del lugar. Yo solo no los vi, estaba sesgado. Siempre hablaba con cualquier persona que conocía de un lugar hermoso, donde no había teléfono, no había luz, que había que sacar agua de un pozo para bañarse, donde cada camino estaba hecho de arena... En fin, ellos se quedaban deslumbrados por algo que, a mí en particular, me hacía sentir un poco diferente a la gente de la que me nucleo.
Volví. Esperé a tener una semana libre para poder ir al lugar. Estuve ahí, descansé, la pasé con amigos pero no me daba cuenta aún qué era eso que lo hacía único. Pero una experiencia enriquecedora de sólo 3 días en "otro lugar" me develó aquel secreto. Terminé muerto, demolido. No quería que mi descanso estuviese en función de la hora en que “la masa” salía a bolichear. La noción temporal seguía vigente para cada una de mis decisiones. Quería despejar la mente, pero estaba de forma constante midiendo cosas.
Cuando me tocó licencia tenía que volver a visitar el lugar. Llegó el contraste. Mientras caminaba por la arena con M. y R. (faltaba I. en la caminata)me di cuenta de porqué me gustaba tanto. Fue como algo tan obvio, que me pareció ridículo a la vez. “El tiempo pasa mucho más lento, chico” me lo dije una y otra vez. Se los comenté, los dos me dieron la razón. Fue evidente que era eso lo que nos sedujo de el lugar, aunque llevó un tiempo, que nos hizo crecer y no queremos que pase más...