viernes, 24 de abril de 2009

La historia de un plancha canónico


El Yona nació en el año 86, en el seno de una familia humilde, cerca de Unidad Casavalle. Sus primeros años de vida se pasó jugando al fúlbo en el descampado, frente a su humilde choza. Se deslumbró toda su infancia tratando de copiar los pasos cumbieros que tiraban sus vecinos quinceañeros al ritmo de la Sonora Palacio.

Así llegó a la escuela. Pelo largo, bien cuidado y esa típica desfachatez de los niños subversivos. Las notas no lo favorecieron. En la época de postularse para abanderado quedó lejos en la lista, lo que lo llevó a pensar a temprana edad que el liceo no era lo de él, sino que lo mejor sería quedarse con la vagancia y tirar unos pasos de los fervientes ritmos de la época.

Dejó el liceo y los pasos de baile de Los fatales y Pibes Chorros eran su punto fuerte. Estábamos ya cerca del 99 y el 2000. Salió dos veces mejor bailador del Club Éuskaro –que para los que saben poco de antros era casi como el Inter, pero donde el baile era en estado puro y latente-. Y así, la noche y las malas juntas lo empezaron a pervertir.

Conoció el vino lija, el pucho y el faso, todo junto en un solo cocktail que lo extasió a temprana edad.

La crisis del 2002 encontró un chico consumido por el alcohol y las drogas. El fobal del potrero lo cambió por los vicios. Era medio capo de banda del Casavalle. Cuando las chicas – las planchas- escuchaban la Zanelita en la puerta del Éuskaro gritaban con locura. Siempre llegaba con un secuaz, su tinto y SU alfa polar (moda que impuso).

Fue creador del epíteto plancha cuando lo agarró la yuta robando una mandarina para bancar el bajón. Esto hizo crecer su poder en su ámbito laboral, o sea la esquina, donde comenzó a ser un dealer.

Pero como toda historia de hijo prodigo que no llegó a ser, la pasta le toco las puertas de su vida. El nos decía:

- Bo, esto está de má. No sabé como pega, veo el barrio distinto.

A los 15 minutos se le iba la locura. Quería más. Así se fue y se vino del barrio con sus entradas al Comcar.

Hoy está lejos de la banda, no llegó ver cerrar Inter, ni a conocer los hits de Alex Stella y la banda formada en honor a él, La plebe. Está separado del mundo, en el vilardebó.

Regalo una frase a la muchachada: “La pasta no se deja, te deja”.


PD: es un refrito de mi blog viejo

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