jueves, 12 de julio de 2012

La vida y la ficción

Mellizos

Tengo una hermana melliza. El 4 de octubre de 1983, nacimos los dos pero yo salí 1 minuto antes, esa fue la única vez en la vida en la que me le adelanté, después casi siempre estuvo un paso delante mío.
A los 3 meses de nacidos, mi hermana dormía sola en nuestro cuarto, yo -el más grande- dormía en medio de mis padres, dicen que casi hasta al año. La mamadera la deje 2 años después que ella, y todavía me acuerdo, fue una mañana de verano desayunando cuando papá me dijo "no va más".
En el colegio yo nunca pasé del Muy Bueno, mi hermana era la chica Sote y abanderada de los Treinta y Tres. Igual, siempre fuimos muy unidos y nunca hubo una competencia feroz, era así, ella efectiva, tenaz y estudiosa y yo más pachorro y sensiblero. A los 19 años, mi hermana empezó a trabajar, yo -obvio- arranqué a los 21, me tomé 2 años para "estudiar", salir, matear y "ramblear", vivíamos en frente al mar en el Panamericano. Ramblear era un vicio entre septiembre y mayo. Como siempre estuvo un paso adelante, a los 22 se fue a vivir a Colombia, recibida y con trabajo. Fue ahí cuando mi tío nos empezó a llamar la ejecutiva y el bohemio. Y así llegó el día en que la ejecutiva se hizo grande de verdad, a los 24 años le tocó irse a trabajar a Canadá. La distancia era grande, no nos íbamos a ver tan seguido y capaz que la Navidad la festejaríamos por skype y no en el balcón de casa. Dos días antes de irse, mi hermana me hace un regalo. Yo no había cobrado y había gastado buena parte de mi sueldo en una fiesta de cumpleaños. Entonces me dediqué a pensar qué le podía regalar. Frente a casa, en la esquina de L.A. de Herrera y la Rambla, pasamos nuestros mejores años de niñez y adolescencia. La abuela Marta nos llevaba a jugar, a correr y a sentir ese aire tan peculiar. Más grandes vinieron las tardes solos, con amigos, las previas y las charlas largas. Fue así que le saque la mejor foto que pude ese pedacito de Rambla, abrí el photoshop, y lo enmarqué en una ventana ficticia. La imprimí casi a tamaño real y le escribí una cartita que decía que cuando se sienta sola, o extrañe, mire por esa ventana, que seguro va reconocerse y saber de dónde viene.

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