miércoles, 25 de julio de 2012
Tem fin
Había una vez un niño. Por suerte era solo uno. Se rodeaba en un círculo de personas que todas le decían que era el más bonito de la clase, el mejor y el más inteligente. El niño, como si fuese un excéntrico modelo, se mareó con la fama que dió su cerrado entorno. No supo qué hacer con tanta cosa, lo pasó el agua.. Lo desbordó, lo mareó y otras veces lo ahogo. Pero el niño salió adelante, por el ímpetu y ego interior que tenía. Conoció una niña muy parecida a él. La más linda de clase, con un pelazo digno de una publicidad de Sedal Duo. Pero era tanto él para ella, que ella quedó disminuida ante su omnipresencia, su capacidad, todas las cosas que implicaban la inmensidad de su ser. Los niños crecieron, si se puede decir eso, y comenzaron una vida plagada de éxitos. Una bella casa en sobre el río los esperaba cada día después de trabajar, de ser los CEO Worldwide Ownership of Financial Macroeconmic Enterprise. Especializaciones en Harvard, Yale, Stamford, Oxford, incluso en la desconocidad Howarts, clases y aplausos. Mareo. Más y solamente, más mareo. Clases que a veces eran tan difusas, tan zarazeantes que la gente aplaudía para que simplemente terminen. ¿Eran tan buenos?, o ¿eran un producto de su entorno? Pensaban que eran excelentes. Que mandaban porque tenían la única verdad y que la gente, sólo podía y tenía que hacerles caso. Que eran como mascotas. Dar lecciones de vida a adultos, era su actividad favorita cuando no estaban generando millones para su Enterprise.
Pero cuando volvían al caserón en el río se sentían desbordados el vacío, no tenían con quién expresar sus aires de grandeza. Sólo tenían el ego de uno y contra el ego del otro. Como dicen en las cálidas tierras cariocas, "Tristeza nao tem fim".
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