miércoles, 2 de septiembre de 2009

Atalibio




Atalibio estaba sediento. Hacía un tiempo que se contenía. Por razones metafísicas dejó la sed de lado, pero como todo en la vida, la necesidad vuelve. Era hora de estar al acecho. Sentía el olor a ese elixir, sentía que su corazón volvía a latir, pero de manera distinta.

La sed, para un vampiro, como Atalibio, es uno de los peores castigos. Es algo que socialmente cada día está peor visto. Cuando intentó taparla, por equis o por beta, siempre volvía aparecer. Más de una vez pensó que los diferentes métodos que aplicó no eran los mejores, pero también eran esos que planteaba la sociedad en la que estaba inmerso.

Atalibio se sintió marginado. Nadie, si no es vampiro (tener en cuenta que cada día quedan menos) puede entender lo complicado que es tener sed, y más buscar métodos para controlarla. Un día se le zafó la cadena. Comenzó la búsqueda de víctimas. Sólo el hecho de volver hacerlo prendió de nuevo su llama interior. Lo hizo una y otra vez, se sintió de nuevo joven.

Pasó un tiempo, pero no estaba bien con él mismo. Se puso a leer y se encontró con una frase por ahí: “la juventud es algo que se cura con el tiempo”. Ahí Atalibio entendió que la sed lo llenaba en su juventud, ahora lo dejaba completamente vacío, era una sensación de momento. Así se sintió el vampiro al estar contra los estándares que la sociedad le planteaba. De nuevo no sentía el fuego interno, de nuevo no sentía nada dentro de él.

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