
Qué cosa extraña la sensación de la pérdida, cómo nos afecta, cómo nos duele, pero es una experimentación que tenemos desde el primer minuto que nuestras viejas nos dan a luz. Naces, lloras y lo primero que perdés es el cordón umbilical. Pataleamos, pero no somos concientes, gritamos aún más cuando en menos de 2 minutos cerca de nuestra vieja, nos meten en cuatro paredes transparentes (la incubadora). Ya está, nos deberíamos haber hecho hombrecitos y mujercitas, en poco tiempo en el mundo real experimentamos la pérdida en menos de un día.
Pero no. Crecemos, nos hacemos amiguitos en el jardin del barrio o en el barrio mismo. Por decisiones de nuestros mayores, muchas veces dejamos de ver aquel amigo que era nuestro compinche en todas las diabluras. Seguimos adelante, y se nos muere la mascota. Ahi experimentamos concientemente la pérdida, y lo peor es que ni siquiera estamos del todo preparados.
Hay pérdidas más jodidas, feas y dolorosas, que probablemente cuando nos llegan tampoco estamos preparados. En fin, algo que es natural, que nos pasa constantemente en el vivir diario pero que no nos acostumbramos a sentirlo, siempre nos incomoda y nos deja mal parados.










Salgo al mediodía, al fin hace un poco de calor. Arranco por 18 de julio. Camino unas cinco cuadras, de repente me doy cuenta de algo semi dantesco. En esa caminata, dije más "no, gracias" que una niña concheta linda, cada vez que un borracho la invita un trago o la saca a mover las cachas. Sí, cada ocho metros hay alguna persona que trata de ganarse la vida repartiendo papelitos. De cabarulos hasta fotocopiadoras, hay de todo. Si te guardás todos, tenés una colección de papelitos colorinches para tirar cuando entra tu equipo a la a cancha los domingos. Me aburrieron, ya no digo más no gracias, trato de ignorar, algo que creo que es mucho peor, pero que hacen la mayoría de los transeúntes...







